El museo realizado por Daniel Libeskind se ubica en el antiguo Berlín occidental y posee dos partes: un edificio barroco del siglo XVIII que albergó la Corte Suprema del Reino de Prusia, y un edificio contemporáneo de forma zigzagueante,en forma de rayo simbolizando el tormento de los judíos. el vínculo entre ambos se da a través del volumen de la escalera, una caja de concreto visto que atraviesa todo el edificio antiguo, que simboliza la relación entre judíos y alemanes: oculta y dolorosa. La mayor parte del recorrido es subterránea hasta que se llega a estas escaleras interminables, simbolizando la pesadumbre que tuvieron que vivir los prisioneros.
La fachada del edificio son una serie de cortes que, a manera de llagas o cicatrices atraviesan la piel metálica en diferentes direcciones, estas líneas representan direcciones de importantes judíos en Berlín (ubicación de calles) y permiten de esta manera el paso de la luz.
Tres líneas subterráneas, llamados “ejes” definen el concepto general de la obra y simbolizan tres aspectos de la experiencia judía en Alemania: continuidad, exilio y muerte.
Eje de la continuidad: es el único de los ejes que conduce a las galerías del museo. Tras recorrer el pasillo del eje, remarcado con una iluminación en el cielo raso, el espacio se nos abre verticalmente en una caja de escaleras, alcanzando toda la altura del edificio y brutalmente cruzada por vigas diagonales.
Eje del Exilio: conduce a un jardín exterior fuera de los límites del edificio, compuesto por columnas de concreto que sostienen jardines en la parte superior para representar el exilio y el holocausto. El jardín no tiene vía de escape, simbolizando al exilio una forma de prisión sin puertas.
Eje del Holocausto: es otra área de exhibición que concluye en una puerta negra. Tras atravesarla ingresamos a la Torre del Holocausto, una habitación oscura de 24 m de altura iluminada únicamente por una rendija en la parte superior. El silencio, la oscuridad, la escala de la habitación producen un efecto sumamente sugestivo, que resalta la intención del arquitecto en resaltar el carácter de ausencia que significó el exterminio de comunidades enteras de judíos.
El patio llamada “el Vacío de la Memoria” contiene una instalación de 10000 caras de hierro similares a candados sobre los que el visitante debe caminar, produciendo un ruido metálico aterrador.
En efecto, el edificio apela a la percepción sensorial, es un recorrido zigzagueante, tortuoso y lúgubre, que hace experimental por lo que sintieron y vivieron las personas que iban a los campos de concentración.
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